"Los perros de caza iban y venían con carreras locas, avizorando las matas, horadando los huecos zarzales y metiéndose por los campos de centeno con alegría ruidosa de muchachos. Ramiro Mendoza, cansado de haber andado todo el día por cuetos y vericuetos, apenas ponía cuidado en tales retozos: con la escopeta al hombro, las polainas blancas de polvo y el ancho sombrerazo en la mano, para que el aire le refresque la asoleada cabeza, regresaba a Villa-Julia, de donde había salido muy de mañana. El Duquesito, como llamaban a Mendoza en el Foreigner Club, era cuarto o quinto hijo de aquel célebre Duque de Ordax que murió hace algunos años en París completamente arruinado."